Tim fregaba sin cesar los pasillos del hotel Moon
Paradise como hacía todas las noches por la madrugada. Era un trabajo duro,
pero no estaba mal pagado al ser un hotel de lujo. Lo malo es que todo tenía
que estar perfectamente limpio antes de las seis de la mañana, ya que las
actividades diurnas del hotel comenzaban a esa hora. Pero a Tim le daba igual:
tenía un trabajo seguro y nadie le molestaba, y esto último para él, era lo más
importante.
Lo único que le perturbaba era una cosa: el ascensor de
la segunda planta. Todos lo días sin fallar, el ascensor subía de la planta
baja hasta la segunda y su puerta se abría revelando el lujoso interior, como
invitando a quién estuviera por las inmediaciones a subir en él. Y así se
quedaba durante un rato. Tim ya había preguntado alguna vez al conserje de la
planta baja si alguien había entrado en el ascensor en esos momentos, pero la
respuesta era la misma: un no, seguido de una mirada extraña. Así que dejó de
preguntar y se dedicó a limpiar, que era lo suyo. Podría ser algún inquilino
bromista, sí, podría ser, o tal vez que el maldito cacharro no funcionaba como
era debido.
Una noche que Tim se encontraba en la segunda planta
tomando un breve descanso, mientras contemplaba un hermoso cuadro en la pared
de un pintor que no conocía, el ascensor volvió a abrirse. Tim se giró y se
quedó sorprendido al ver como una mujer, completamente vestida de negro de
mirada sombría, salía por las puertas y se perdía por el pasillo de la derecha.
Tim, extrañado y fascinado a la vez, dejó la fregona apoyada en la pared y se
dirigió hacia el ascensor, que se encontraba al fondo del corredor. Cuando
llegó miró hacia ambos lados del pasillo lateral, pero ni rastro de la mujer.
Pero el ascensor allí seguía, abierto de par en par.
Tim entró en su ostentoso interior y lo admiró como nunca
lo había hecho; hasta le parecía que no fuera el mismo ascensor de todos los
días. Paredes de terciopelo de color rojo, adornadas con unos estampados
dorados en forma de enredaderas y acompañadas de varias pinturas de
personalidades que jamás había visto, decoraban el interior del misterioso
ascensor. Se fijó en una pequeña pintura, un retrato en blanco y negro que le
llamó la atención; en una esquina inferior del cuadro figuraba un nombre:
Madania. No podía ser cierto: era extremadamente parecida a la mujer que
acababa de salir del ascensor hacía pocos minutos. En ese preciso instante, el
ascensor se cerró.
En un primer momento, Tim se quedó parado, esperando a
que volviera a abrirse; pensaba que alguien habría accionado el ascensor desde
otro piso, y pronto se abriría revelando al típico inquilino venido de alguna
fiesta nocturna. Pero el ascensor llegó a la planta baja y siguió bajando,
bajando y bajando… Tim se quedó parado, sin saber que hacer; su mente racional
le decía que tal vez, hubieran pisos inferiores más abajo, como un sótano o
algún almacén; lo más seguro es que algún empleado hubiera activado el ascensor
desde allí abajo, mediante la llave reservada para pisos restringidos que solo
cierto personal podía emplear.
Tim, con un extraño nudo en el estómago, siguió esperando
pero el maldito trasto continuó descendiendo. Tim empezó a sollozar y golpeó la
puerta del ascensor con fuerza, mientras gritaba sin cesar pidiendo que alguien
lo ayudara. Pero era inútil. Tim se sentó en el suelo del elevador, ignorando
por completo el lujoso interior que ahora le parecía perverso y maldito, y
lloró muy asustado. Después de varios minutos que le parecieron horas, el
elevador paró y sus puertas se abrieron. Tim, que se encontraba agazapado en el
suelo del elevador con la cabeza gacha encima de las rodillas, levantó la
mirada hacia el frente y observó lo que se le venía encima.
El penumbroso y larguísimo pasillo, pobremente iluminado
con unos fluorescentes de color amarillo viejo, no se parecía en absoluto a
nada que le indicara que seguía tratándose del hotel. Tim se levantó y salió
del ascensor y se quedó a un metro de él, observando el entorno. El tenebroso
corredor se asemejaba al de una fábrica abandonada, pues a sus lados no tenía
puertas, sino unas entradas en forma de arco. El hombre se acercó a una de las
entradas y miró dentro. Pudo ver una amplia y abovedada estancia de similar
iluminación. Se asustó mucho cuando vio a varias personas vagando de aquí para
allá entre la penumbra, mientras balbuceaban palabras ininteligibles. Se apartó
de la esquina y cerró los ojos, pero en seguida, los abrió cuando oyó a alguien
acercarse a su posición. Retrocedió temeroso hacia el elevador, pues no sabía
quiénes eran ni que querían esos individuos tan grotescos, pero se quedó helado
cuando vio, con horror, que ya no había ascensor.
Donde antes había habido un lujoso ascensor, ahora había
un oscuro y sucio hueco tapiado de cabo a rabo; comprendió, por unos instantes,
que estaba soñando, que se había vuelto loco de remate: esto no podía estar
ocurriendo. Notó que alguien le miraba desde atrás. Se giró y vio a un
hombrecillo calvo y vestido con harapos que le observaba curioso. Tim le
preguntó, sin interesarle quién era o qué quería, qué lugar era este. El
extraño hombrecillo le contestó que era el Reino de Madania. El asustado hombre
se quedó extrañado, mirando al otro como hipnotizado. El grotesco hombrecillo,
al ver que Tim no comprendía, le contestó: “Para ti, para nosotros y para todos
los incautos que caigan en sus dominios, el infierno”.
El andrajoso hombrecillo le dijo que Madania, fue la
dueña original del hotel Moon Paradise, pero fue asesinada por su marido,
heredando él todo el negocio. Su marido no sabía que su mujer, había hecho en
vida pactos con poderes oscuros, lo que le permitió venir a este plano en lugar
de ser arrojada a un infierno de nivel inferior para ser consumida. Le comentó
que Madania, cada cierto tiempo, atraía aquí a hombres jóvenes para servir de
alimento a Aspleroth, dios de la superchería y la desdicha. Uno de ellos fue su
marido, y aunque no era ya muy joven, su dios no puso muchas objeciones, pues
Aspleroth se regocijaba con la venganza. Se decía que este demonio le
proporcionaba grandes poderes y el poder permanecer en este plano, siempre y
cuando pagara su tributo con almas jóvenes. El hombrecillo señaló hacia el
fondo del pasillo: “más allá del corredor, se encuentra Aspleroth, nuestro
señor, le dijo en voz baja”. “A nosotros nos deja en paz, pues ya estábamos
aquí antes de que Madania llegara. También servimos a Aspleroth; en realidad
todo el mundo que llega aquí le sirve. En el lugar más recóndito de su mente,
Tim seguía pensando que todo esto terminaría, que tenía que ser una pesadilla
causada por el estrés o por alguna demencia que su mente podría haber
desarrollado.
Súbitamente, Tim sintió una gélida presencia detrás de
él. Al girarse, se encontró frente a frente con la misma mujer que había visto
saliendo del ascensor; la misma que la de la foto. Ahora, cerca de él, era una
mujer de aspecto joven, muy bella, alta, más que él, y muy pálida, demasiado.
Antes de que Tim le preguntara de qué iba todo esto, la fantasmagórica mujer le
agarró del brazo con una fuerza sobrehumana y se lo llevó a rastras a través
del oscuro pasillo. Tim chillaba como cual animal camino del matadero, mientras
la heladora mano le iba debilitando poco a poco.
Lo último que vio Tim fueron las deprimentes luces
fluorescentes que iluminaban el profundo corredor, antes de servir a oscuros
propósitos que trascendían más allá de lo que una criatura inferior como él,
podría llegar a comprender.
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